El 15 de abril de 2016 publiqué este artículo en la columna de opinión donde colaboraba en un diario digital de cuyo nombre no quiero acordarme. La experiencia fue bien hasta que recibí un baño de realidad que dejó al descubierto aquello que decía Ryzszard Kapucinsky (1932-2007, periodista, historiador, escritor y poeta), eso de que "Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante".
Y, bueno, después de enviar al tabloide, serenamente, a tomar por culo, decidí ocultar de mi blog algunos artículos que se publicaron en él.
Hoy después de mucho tiempo de no bucear por este espacio que quiero tanto, me he percatado de este entrada oculta que muestra mi esencia, la de Amanda Flores, más viva que nunca. Espero que la disfrutes tanto como yo disfruté creándola hace ocho años.
Que me quiten lo bailao...
LA BIEN PAGÁ
Desde chica tuve muy claro que lo que más me gustaba del mundo era escribir. Un día leí un artículo de Elvira Lindo titulado La bien pagá y para cuando terminé de leerlo ya había decidido que a partir de ese momento mi deseo de escribir se convertiría en mi sueño.
A pesar de que las circunstancias que me rodeaban no eran las más favorables para llevarlo a cabo, tenía muy claro que a los sueños hay que dejar que la vida los acune como algo muy valioso; hay que pensarlos, visualizarlos, amarlos y, sobre todo, no renunciar a ellos.
Que la pobreza se hereda es la profecía autocumplida de quienes se conforma con lo que les ha tocado vivir. A veces es infranqueable, pero no siempre tiene por qué cumplirse. Las estadísticas dicen que si eres pobre no sólo estás jodido tú, sino que tu prole se puede dar también por jodida y no tendrá ninguna oportunidad, lo que viene a significar que la única pobreza que existe es la material, cuando en realidad, son más perjudiciales las pobrezas de mente y de espíritu.
Yo no he vivido en una chabola, ni en una favela o en un barrio marginal; tampoco he atravesado el océano en una patera ni he tenido que huir de mi país por la guerra, pero eso no significa que ni muchas personas que conozco, ni yo misma, lo hayamos tenido fácil para salir adelante. Por mi parte, la mayoría de las veces, no he hecho nada más que seguir el ejemplo de personas admirables (a pesar de nuestras discrepancias) como mi madre.
El artículo de Elvira Lindo que mencioné al comienzo estaba lleno de perlas hilarantes, de bofetadas sin mano dirigidas a todos los que han criticado su manera de escribir. La bien pagá contiene párrafos llenos de ironía y de frescura como el siguiente:
“(…) le pedí a Dios que me hiciera escritora de best-sellers (…) y le pedí que, por favor, no me costara trabajo escribir, que no quería ser como esos escritores de culto que se tiran un mes para escribir una frase. Y me lo concedió. Por eso me encargan que escriba todos los días de agosto. Y gano mucho dinero trabajando muy poco, que es lo que yo quería. No hay día que pase que no mire al cielo y diga: gracias Dios mío por este chollo que me has dado. Y el hombre agradece que en este mundo tan deshumanizado alguien se acuerde de él."
Lo cierto es que servidora nunca ha pretendido ser una escritora de culto de esas que cuando terminas de leer una frase no tienes ni puta idea de lo que ha querido decir su autora. Yo quería algo más simple, menos complicado, por eso decidí que mi sueño no sería llegar a ser una escritora de premio Nobel de literatura, sino ser una escritora que tendría una columna semanal con un nombre chulo, en un periódico. Una sección donde yo escribiría como si nadie me fuera a leer. Ese fue el sueño que decidí alimentar. Y, ya puestos, que me ocurriera lo que a la creadora de Manolito Gafotas: ganar mucho dinero haciendo lo que me gusta.
El caso es que la semana pasada asistí a la presentación de una revista semanal, durante la cual recibí un baño agridulce de realidad. Parece ser que todavía hay gente dispuesta a perseguir sus sueños. Además, parece ser, que la pobreza se hereda también en el periodismo.
Durante la presentación de la revista estaba rodeada de periodistas y pensaba, que el hecho de que yo no tenga el título de periodismo no me impedía asistir a un acto como colaboradora de un diario digital en el que tengo una columna semanal. Una columna que tiene un nombre chulo y donde escribo como si nadie me fuera a leer. Una columna no remunerada económicamente pero que simboliza que mi sueño se ha convertido en realidad. Aunque en lo concerniente a la pasta gansa creo que he llegado tarde. O demasiado pronto, según se mire.
Sigo convencida de que no hay peor pobreza que la pobreza mental; ese tipo de pobreza que nos hace conformarnos con lo que tienen planificado para nosotros desde que estamos en el vientre materno hasta que nos convertimos en códigos de barras. Si la pobreza se hereda también se heredan los apellidos; el llamarse como el padre o la madre; se heredan la carga genética de los progenitores y también sus deudas cuando fallecen. Se heredan derechos y deberes que muchas veces convierten nuestra existencia en una verdadera cárcel.
¿Por qué no tener en cuenta que uno puede desear NO heredar? ¿Por qué no contemplar que a veces uno NO está conforme con su herencia y prefiere renunciar a ella y a todo lo que conlleva? ¿Por qué no intentarlo y NO conformarse con los datos de unas estadísticas que condenan al pobre a pobreza perpetua?
No rendirse sin haberlo intentado es el mantra que siempre he contemplado. Lo de bien pagá, o bien pagados, puede tener muchos matices. Aunque, por otro lado, ¿quién dice que los sueños no tienen segundas partes?
Ya puestos, también se lo pediré a Dios, al fin y al cabo el noventa por ciento del éxito se basa simplemente en insistir.
Volveré.
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