Si me preguntan qué dos capítulos escogería como los que más han marcado mi vida, primero sería el de estrenar orfandad a los diez años y para el segundo, aunque no existe en la actualidad ningún término que lo califique, lo llamaría el capítulo de “Hijandad”.
Del primer episodio que acuñó mi vida recuerdo ver a mi padre morirse a chorros de cáncer en solo nueve meses. Un señor de uno ochenta y más de cien kilos que se convirtió en un esqueleto cuando el cáncer acabó con él. Fue ahí cuando, para llenar su ausencia, con una depresión infantil y un rasgo PAS nunca atendidos ni entendidos, comencé a escribirle cartas que más tarde fueron poemas; a partir de entonces y a pesar de todas las zancadillas y obstáculos que tuve que sortear, nunca pude parar de escribir.
Mientras
mi padre vivía teníamos una buena vida. Tanto él como mi madre trabajaban
muchísimo para que no nos faltara de nada, incluso íbamos de vacaciones los
siete hermanos, algo impensable en aquella época. Tras su muerte
todo cambió: con solo quince años y a pesar de ser una estudiante medianamente
brillante y la sexta de siete hermanos mucho mayores que yo, mi madre decidió
que era hora de aportar dinero en casa y me buscó un trabajo en una heladería en
la que trabajaba en régimen de esclavitud de ocho a diez horas siete días a la
semana. Así estuve, alternando los estudios como pude, hasta los veinte años
que busqué otro trabajo en una boutique de ropa y posteriormente en otros lugares para no
dejar de ayudar en casa, hasta que me independicé.
El
cáncer visitó de nuevo a nuestra familia, esta vez a un hermano tres años mayor
que yo, en forma de Linfoma de Hodkin en estadio I. Mi pobrecita madre sufrió
un infarto por el sufrimiento que le produjo la enfermedad de mi hermano. Yo ya
no vivía con ellos pero ayudé en todo lo que pude, como es de esperar en estos
casos. Mi hermano superó su Linfoma.
Como
decía en el primer párrafo, el segundo capítulo que marcó mi vida tuvo lugar
hace once años. Fue cuando estrené Hijandad,
o lo que es lo mismo, perder a mi única hija en vida como consecuencia de la violencia vicaria de la que,
entre otras, soy superviviente. La marcha de mi hija meses antes de cumplir los dieciocho, en las circunstancias tan contra natura en las que
se produjo me llevó a un proceso de tristeza que desembocó a los seis meses en
un cáncer linfático. Un linfoma No Hodking en estadio IV invadía mi pulmón derecho, también
mi pleura, bazo e hígado, con metástasis. Mi pronóstico era el de irme a criar
malvas en un par de meses como mucho. Cuando estrené mi cáncer ya tenía una incapacidad
laboral total por enfermedades como la Fibromialgia, Síndrome de Fatiga Crónica y un Transtorno
Distímico, entre otras. Afortunadamente para mí, tanto mi padre como mi madre habían fallecido cuando me tocó afrontar la experiencia del cáncer. Cada día le agradecía a la vida esa circunstancia. Creo que no habría podido soportar verles sufrir por verme en ese estado.
Cuando tenía quince años y trabajaba como una burra en la heladería para pagarme mis estudios y ayudar en casa recuerdo que veía a mis amigos veranear, salir de fiesta, hacer deporte, irse de viaje de fin de curso de EGB, de BUP, de COU y de todas las siglas imaginables a los que yo nunca pude ir. Siempre imaginaba lo chulo que sería ir de Erasmus. Este año la vida ha premiado mi perseverancia, mi curiosidad, mi afán de superación con una beca Erasmus en el Centro de Educación Permanente para Adultos Trece rosas donde desde hace casi un lustro asisto a clases de diferentes materias.
Por
primera vez me he visto y me han visto en Braga gracias a mi beca Erasmus. Esta
ha sido una de las experiencias más extraordinarias de mi vida. Un periplo
refrescante y necesario, un nuevo examen vital que me recuerda que ahora más
que nunca es imprescindible reciclarse, cuestionarse, atreverse, respetarse y
respetar, ser valiente y humilde a la vez, ser honestos, decir la
verdad, desaprender conductas aprendidas que sacan lo peor de uno mismo, un
tiempo en que es preciso ser todo lo que podamos ser…
Sin embargo, si me preguntan qué me traigo de Braga, de Oporto y de todos los lugares que hemos visitado en apenas cuatro días me quedo con la Educación, con el Respeto y el Cariño que nos han brindado nuestros hermanos portugueses. En cada escuela, museo, local de copas, en cada restaurante o en el hotel donde hemos pernoctado nos han procurado un trato exquisito. No he visto una mala cara ni he oído una sola queja de todos los portugueses/as o personas de otras nacionalidades que nos han atendido.
Con el corazón en la mano podría jurar que he vivido una experiencia espléndida, pero como no todo puede suceder como en un cuento de Disney, a modo de anécdota, me gustaría declarar que en mi soledad he visto cosas muy claras que no son verdad.
A veces, en ese o en cualquier tipo de situación grupal se produce el linchamiento de alguien y se deshumaniza a una persona para extraer, desnaturalizar y desvirtuar lo que le es útil a quien inicia la maledicencia, teniendo como objetivo el castigo público individualizado sin ánimo constructivo, porque es una cuestión que tiene que ver con el deseo de atribuirse el poder señalando el “pecado” ajeno para recibir halagos y sumar partidarios. Hay quien piensa que esta beca implica irse de vacaciones sin tener en cuenta que el que piensa distinto no es un enemigo, sino que se puede dialogar sin buscar adeptos afines a ti para excluir sordamente a alguien con la complicidad del resto. Que el respeto comienza con tener en cuenta al/la compañero/a con quien que compartes comida, habitación o baño, y que no hacerlo puede llegar a afectar a toda la Organización que tanto esmero y mimo ha puesto en este proyecto para que podamos aprender, desde la perspectiva que da viajar, a ser mejores personas.
Con el tiempo he aprendido a caer mal porque eso significa que no soy manipulable y que si por algo soy respetada y querida por mis lectoras y lectores del mundo es por mi autenticidad. La vida me ha enseñado que no tengo que encajar en ningún sitio porque ya esculpí mi propio molde y me siento orgullosa de ser quien soy.
Como he dicho en alguna parte de este artículo, cuando tenía diez años comencé a escribir cartas al cielo dedicadas a mi padre. Con los años también he escrito cartas a periódicos, cartas al director, cartas a los reyes magos, al ratón Pérez, a Arturo Pérez-Reverte, cartas de amor y también de desamor, y cómo no, cartas de agradecimiento. También he publicado dos libros que he autoeditado.
Quiero aprovechar esta nueva entrada en mi blog para agradecerle a Europa los fondos que han hecho posible este proyecto.
Gracias a Paulo Antunes y a todo su equipo, especialmente a Ana, la profesionalidad, el cariño y la hospitalidad que nos han procurado durante toda nuestra estancia en Braga. No podíamos haber tenido mejores anfitriones.
- Yo nunca pierdo, yo solo gano o aprendo.
Y por último, y no menos importante, me doy las gracias a mí misma porque parar a tiempo también es ganar. Me agradezco haber sido tan valiente en tantas situaciones extremas en las que he superado situaciones que nunca llegué a imaginar.
Y bueno, en síntesis, creo que eso es todo lo que tenía que decir de mi Erasmus en Braga. ¡Hasta la próxima!
Viaja para enriquecer el alma. Siempre se aprende. Conoces gente, culturas, idiomas...algunas veces pueden ser negativas. Pero te ha quedado el gusto que es un lugar donde quieres volver....y disfrutar. Me encanta Portugal. No he estado nunca en el norte y si tengo ganas de visitarlo.....y disfrutarlo abiertamente! Un abrazo y sigue....eres maravillosa <3
ResponderEliminarSiempre viajo para enriquecer el alma, para aprender de otros países y conocerme mejor a mí misma. Es cierto que pueden suceder cosas negativas y tomarlas como aprendizaje, sin embargo, cuando se atenta contra la persona en forma de vejaciones, de la manera que sea, hay que valorar otras opciones además de la de aprender, conocer gentes y culturas. A mí me han quedado muchas ganas de volver. La organización de Erasmus Portugal ha sido realmente maravillosa, profesional y entregada. La de Jerez, concretamente la del CEPER Trece Rosas, deja mucho que desear. A día de hoy, dos semanas después de mostrar mi tristeza y desconcierto por lo ocurrido, además de expresarlo por escrito, todavía no se han pronunciado ni reparado el daño que he recibido, ni tampoco lo espero. Gracias por tu comentario. Normalmente no respondo a comentarios anónimos, pero el tuyo me ha parecido amable y digno de ser respondido. Hasta siempre.
ResponderEliminar