Lo leí y me encantó. Llegó en el momento justo. Como todo. Todo sucede por algo, nada es por casualidad. Cada cosa sucede en el instante idóneo. Incluso, muchas veces, lo que no sucede es lo mejor que nos puede ocurrir. Pero en este caso ocurrió. Como apunté al comienzo, lo leí, me encantó y no podía dejar de ponerlo por aquí.
no ver la vida
tal como me dijeron en la
infancia:
como carencias, miedos y
pecados.
Me doy permiso para
desarrollar mis capacidades
creativas.
Me permito empezar a escribir
poemas
o relatos, o a pintar, o
esculpir, cantar,
descubrir, hacer música:
vivir.
Me doy permiso para
no tener miedo ante lo
desconocido:
¿por qué habría de ser malo o
difícil
lo que me espera?
Me doy permiso para
no complicarme la vida
innecesariamente.
Me doy permiso para
no estar justificando todo lo
que hago,
aunque les parezca extraño
a los demás.
Ahora me permito parar
y hacer o no hacer
muy suavemente lo que me
apetezca.
Me doy permiso para
no agotarme
intentando
ser una persona excelente.
Me doy permiso para
equivocarme no una sola vez
sino todas cuantas veces me
suceda.
Me doy permiso para
no involucrarme en embrollos
emocionales, amorosos,
laborales
o de cualquier otro tipo.
Hay muchas situaciones
y personas que los conllevan
necesariamente: decido no
entrar
en sus juegos agotadores.
Y reconozco con tranquilidad
que en algunas de las
relaciones
de mi vida,
yo he sido en parte responsable
de la
creación de problemas.
Decido no continuar jugando el
juego
de víctimas y verdugos.
Me permito no sufrir angustia
esperando una llamada de
teléfono,
una palabra amable
o un gesto de consideración.
Soy yo quien me valoro,
me acepto
y me aprecio.
Me doy permiso para
no estar a la espera
para no vivir esperando.
Me doy permiso para
gozar de buena salud,
de plena salud.
Me doy permiso para
disfrutar con el trabajo.
En vez de una maldición bíblica
y del mensaje de tener que
“ganar el pan con el sudor de
la frente”
el trabajo me permite
relacionarme
únicamente con el mundo.
¡Soy válido! ¡Soy capaz!
Me doy permiso para
no comprometerme
rígidamente con nadie.
Me reservo espacios
y vivencias para mí solo
o para compartir
con quien yo decida.
Me doy permiso para
la espontaneidad y la
autenticidad.
Me doy permiso para ser frío y
distante
con todas las personas que yo
decida.
La ternura, la calidez y la
proximidad
me las reservo para quien yo
quiera.
Me doy permiso para
no intentar controlarlo todo.
Me doy permiso para
relativizar la mayor parte
de las cosas de la vida
y poner humor en mi existencia:
¡fuera miedos innecesarios!
Me doy permiso para
aceptarme plenamente
con lo que parecen
contradicciones.
Me doy permiso para
no estar al día
en muchas cuestiones de la vida:
no necesito tanta información.
Me doy permiso
con mi pareja, espacialmente,
y con las personas
de mi familia más próximas,
para no sentirme responsable
de sus estados emocionales
ni dejarme zarandear
interiormente
por sus inestabilidades.
Me doy permiso para
crecer y continuar mi proceso
de desarrollo personal
sin que sea a costa del
sufrimiento.
Me permito
no dejar entrar en mi mundo
a las personas que
problematizan
las situaciones
para que los demás
les prestemos atención.
Me doy permiso no sólo para
perdonar a otras personas
sino también -y especialmente-
para sentir que soy perdonado
y para perdonarme yo mismo
mis equivocaciones.
Me doy el permiso
más importante de todos:
el de ser auténtico.
Haz lo que quieras. Date permiso.
("Me doy permiso para..." es un conjunto de breves anotaciones sobre la vida cotidiana y las distintas formas de enfocarla. JOAQUÍN ARGENTA , además de su autor, es diafreoterapeuta y su trabajo consiste en ayudar a las personas a recuperar la elasticidad del diafragma, el gran músculo de la respiración y la circulacion energética que actúa también como puente entre el consciente y el subconsciente.)
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