Allan Félix, un crítico de cine neurótico y cinéfilo recalcitrante acaba de
ser abandonado por su mujer objetando que se aburre con él porque es un mero
observador de la vida. Tras varios años de relación estable, Allan tiene miedo
a ser rechazado de nuevo y es incapaz de conocer a nuevas chicas mostrándose
tal y como es. Sus amigos intentan ayudarle a superar la inestabilidad
emocional en la que se encuentra tras su ruptura, aconsejándole buscar una
nueva pareja sentimental y organizándole varias citas a ciegas con algunas
amigas que podrían encajar con su personalidad. Al final Allan acaba
enamorado de Linda, la mujer de un amigo suyo; la misma que ha estado junto a
él apoyándole constantemente y que no se encuentra en su mejor
momento sentimental. De este modo se origina un nuevo conflicto interior en
donde los sentimientos desleales hacia la amistad y la imposibilidad de
expresar sus sentimientos le conducirán a una serie de situaciones de humor y
enredos que, como en la vida misma, acaban convirtiéndose en comedia.
Este vendría a ser el argumento de la película de Woody Allen “Sueños
de un seductor” (1972). También podría ser el argumento de cualquiera de las
relaciones entre prójimos y prójimas que proliferan por ahí, muchas de ellas,
engullidas en un limbo semántico atestado de eufemismos para nombrar lo que, de
toda la vida de dios, ha venido a ser una relación sentimental entre
dos personas. Existen muchos “Allan” en nuestra cotidianeidad. El
eufemismo que suelen emplear a la hora de hacer pública su relación con una
mujer ante su entorno suele ser el de “mi amiga”. Es el más socorrido.
Deja muchas puertas abiertas, no cierra ninguna, y puede acabar convirtiéndose
en un rosario de mentiras cada vez más difíciles de solapar.
He estado investigando acerca de por qué la gente miente
constantemente, incluso sin darse cuenta. La gente está tan acostumbrada a
mentir…
Básicamente existen dos tipos de mentiras: las que son por omisión – que es
cuando se oculta, esconde o calla un hecho u opinión -, y luego están las mentiras
gordas, que es cuando se falsifica o inventa una historia.
Cuando un mentiroso está en condiciones de mentir, prefiere ocultar y no
falsear. Primero, porque resulta más fácil: no hay historias que inventar ni,
por tanto, posibilidades de ser descubierto. Por otra parte, el ocultamiento
parece menos censurable. Es pasivo, no activo, y los mentirosos suelen sentirse
menos culpables cuando ocultan que cuando falsean, aun cuando sus víctimas
resulten igualmente perjudicadas.
Por otra parte, las mentiras por ocultamiento son mucho más fáciles de
disimular una vez descubiertas; el mentiroso no se expone tanto y tiene muchas
excusas a su alcance: su ignorancia sobre el asunto, o su intención de
revelarlo más adelante, o simplemente “se le olvidó”.
Cuando se pilla a un mentiroso in fraganti, pierde mucho más que su
disfraz. Pierde la confianza que la otra persona depositó en él. La confianza
es la base sobre la que se edifican las relaciones humanas. La intensidad y
profundidad de nuestra relación con otra persona tiene que ver con el nivel de
confianza en ella y viceversa. Y también la admiración que sienten ambos por el
otro. La admiración, tan íntimamente unida al respeto, se esfuma como por arte
de magia cuando te engañan injusta e inexplicablemente, pero sobre todo, cuando
el que engaña, no sólo es incapaz de reconocer su falta, sino que se despide a la
francesa, o lo que en mi pueblo se viene a llamar “dar la espantá”. Cuando
ocurren esas cosas se presenta en mi memoria aquella frase lapidaria de Dolores
Ibarruri “Pasionaria” (con pareado y todo). Decía :
“Prefiero ser la viuda de un héroe que la mujer de un cobarde”
Ya te digo… No se trata sólo de ser fiel al otro, se trata, sobre todo, de
ser fiel a uno mismo. Por eso yo digo la verdad. Mi verdad. No significa que
crea estar en posesión de la misma, sino que decir la verdad forma parte
de mi idiosincrasia. Tampoco quiere decir que lo cuente todo. Como dice
Peñafiel “Valgo más por lo que callo que por lo que cuento”. Pero no necesito
mentir para impresionar, para resultar genial o para ser el ojito derecho
de los demás por medios tramposos que cuestionan la capacidad natural, simpatía
y espontaneidad de esta prójima. Existen muchos “Allan”, que como en “Sueños de
un seductor” se montan una película que acaba por dejarles con el culo al aire
cuando menos se lo esperan, indoctos en su pretendida sabiduría de Casanova.
Que el mundo haga lo que le plazca. Yo prometo serme fiel. En las
alegrías y en las penas. En la salud y en la enfermedad. En la verdad. Prometo
serme fiel. Y también, amarme y respetarme todos los días de mi vida.
Mentir por defecto no sólo es de cobardes sino de necios. Al fin y al cabo,
cuando quieras engañar al mundo, di la verdad.
El Diario de Amanda Flores (sólo para
valientes). Todos los derechos reservados.All rights reserved
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