Hace más de dos meses que no escribo. No he dejado
de pensar. He aprendido y tomado conciencia de las pifias que metemos cuando
creemos que estamos haciendo una gracia. Como si vas a un hospital a ver a un
colega-amigo-familiar-loquesea al que le han diagnosticado una cosa chunga. De
morirse, vamos. Es divertidísimo reparar en las expresiones que empleamos para
dirigirnos al "sentenciado":
–¡Tienes un aspecto estupendo!... ya mismito estás
fuera del hospital como si nada.
Otros llegan con la cara desencajada
porque creen que la vas a espichar ya, o
porque no tienen ni idea de qué decir para no cagarla todavía más.
Los peores son los que llevan desaparecidos de tu
vida desde que Paco Lobatón presentaba el "Quién
sabe dónde". A veces tomamos caminos diferentes con personas que nos han
acompañado durante mucho tiempo en nuestras vidas. A veces, la manera de
despedirse de esas personas resulta grosera, grotesca...Y de repente las ves
aparecer junto a tu lecho de hospital sin pedir perdón. Ni permiso. Con la
misma prepotencia con la que se despidieron de ti quién
sabe cuándo.
Hace unos tres meses fui a la consulta de mi médico
de cabecera. Le expliqué que tenía un dolor terrible en la espalda, a la altura
de la paletilla derecha, que era como si me estuvieran clavando un puñal,
que cuando me acostaba por las noches me ahogaba. Mi médico palpó mi
espalda y me diagnosticó una contractura muscular. En cero coma. Es lo chachi
que tienen los médicos cuando tienen delante a una mujer con Fibromialgia. Para
ellos, todo lo que te pasa es de la Fibro,
aunque te conozcan y sepan que tú tienes controlada la enfermedad desde
hace tiempo. Da igual. Salí de la consulta con un puñado de recetas de voltarenes, nolotiles y
porquerías varias que, obviamente, ni me molesté en recoger en la farmacia. A las tres semanas volví y le expliqué al Doctor Pastillas que
algo no iba bien, que me sentía realmente mal. Y fue entonces cuando me envió a
hacerme una radiografía urgente. Y en la radiografía se veía todo el pastel. A
mi primo le faltó sólo llorar. No sé si por el paquete que le puede caer, o por
haber estado tan, tan, torpe. Y a partir de ahí todo ha sido como si me hubiera
subido a una montaña rusa a mil por hora...
Recuerdo la primera vez, hace apenas dos años, que
entré en un foro de Internet de personas con Fibromialgia. Lo primero que me
encontré fue la carta de una mujer que la padecía. La carta era de despedida.
Se había suicidado. Quedé tan impresionada que no volví a entrar nunca en un
sitio de esos, más que nada porque la idea del suicidio revoloteaba en mi
cabeza todos los días por aquella época. El dolor que produce una enfermedad
así, junto con todos los síntomas que van unidos a ella, es lo de menos. Tienes
un aspecto saludable. Envidiable. Aprendes a mentir y a fingir sonrisas aunque
te estés rompiendo por dentro. La gente cree en Dios, en Buda, o en lo que le
dice una tipa que le echa las cartas. Pero no cree en una enfermedad invisible que puede llegar a volverte loca. Lo que de
verdad te lleva a pensar en el suicidio cuando tienes Fibromialgia no es el
dolor, ni los síntomas que van unidos a ella. Lo que te hace sobrar en el mundo
cuando la padeces es la incomprensión social. Te llegan a etiquetar
de farsante, quejica, vaga y, sobre todo, de
loca.
La "contractura
muscular” que me diagnosticó mi médico de
cabecera resultó ser un carcinoma de pulmón de 9 cm. A los diez días el
diagnóstico cambió al de "linfoma
pulmonar". Después de todo ¡me ha tocado la lotería !..
No voy a entrar en detalles de estos últimos meses.
Pruebas de todo tipo acompañadas de sus
correspondientes incertidumbres. Esperas... Más
esperas...
Anteayer recibí mi segunda sesión de quimioterapia.
Mi cabeza se parece bastante a una Osram, tengo náuseas, me duele el cuerpo,
estoy cansada, pero me voy sintiendo cada vez menos débil... Mi hija se ha dado
el piro y, mis hermanos,
exceptuando a uno de ellos que se implica bastante, y a mi hermana mayor, que me pasa tuppers de comida, me llaman por
teléfono para preguntarme cómo estoy y para decirme "que me alivie".
Alguna vez vienen a casa un ratito y hacen acto
de presencia.
Mi linfoma es evidente porque he perdido bastante
peso. Y porque ya no uso champú, ni peine, ni espuma para el pelo. Tengo menos
fuerza que un mosquito en cuarentena. Todo el mundo me trata de maravillas, como si fuera de porcelana. En la calle o en el hospital todos son mimos y ánimos... Pero no puedo olvidar
tantos años de invisibilidad...
Padezco Fibromialgia y Síndrome de Fatiga Crónica
desde hace más de 20 años. Creo que ha sido el mejor entrenamiento para
afrontar lo que me está ocurriendo ahora. Puede que alguno piense que se me ha
ido la olla si digo que comparar un linfoma con todo lo que he vivido
veintitantos años atrás (incluyendo el hecho de que inspectores de la Seguridad Social me
hayan tratado durante 6 años como a una farsante-delincuente que buscaba
una “paguita”)
me parece ahora un juego de niños. Puede que algún día me dé la picá y me quite
de en medio porque piense que ya he vivido lo suficiente, pero lo cierto es que
con todas las perrerías a las que están sometiendo mi body, no he pensado ni una sola vez en suicidarme. Sólo
pienso en VIVIR la vida a chorros.
Mi Fibromialgia y mi vida han cambiado bastante
desde que hace 5 años decidí dejar de tomar toda la mierda que me recetaban los
médicos (la mayoría no creen en tu enfermedad y
te toman por una loca). Limpié a fondo mi vida quitando de
ella toda persona o cosa tóxica contaminante, empezando
por mi ex-marido. La gente, los médicos, no tienen ni idea de la cantidad de
mujeres con FM y SDFC que sufren maltrato físico o,
aún peor, maltrato psicológico, maltrato laboral, estrés (distrés) continuado a
lo largo de los años, con todo lo devastador que
puede resultar para ellas y su “enfermedad”. Pero no
interesa profundizar en esos “detallitos”, sobre todo por aquello de los
laboratorios farmacéuticos ávidos de
enfermedades de este tipo con las que hacen su agosto, pues
las pacientes son usadas como conejillos de indias para toda clase de pastilleo. No interesa hacer terapia
con las afectadas y recomendarles que lo mejor
para curarse es comenzar por una limpieza a
fondo en sus vidas. Tampoco todo el mundo está dispuesto a romper con “su” realidad,
abandonar su cárcel de confort y mandar al
carajo los estereotipos de matrimonio, familia, trabajo, amigos, primos o
hermanos tóxicos, así como todos esos virus que nos
han inoculado incluso antes de que el espermatozoide de nuestro padre tuviese el gusto de
fecundar al óvulo de nuestra madre y transformarnos en lo que somos hoy. En fin..., no sé si me explico.
No he muerto ni pienso morir todavía. Me queda mucho que ver, mucho por hacer. Me siento más viva que
nunca. Trato de aprender y de ser un poco menos ignorante cada día. Me importan
un comino los que no están
o los que hacen como si estuvieran. Nacemos
solos y morimos solos. Y sin embargo, después de todo lo que he vivido en esta, mi ajetreada vida, la conclusión a la que he
llegado, ahora más que nunca, es que no estamos solos.
Mi querido amigo Paco de la Rosa, además de mi maestro y escritor favorito, siempre me dice:
–Amanda, cuando lleves mucho tiempo sin
escribir, haz un ejercicio de escritura automática. Escribe lo
primero que se te ocurra, sin tener en cuenta nada, ni párrafos, ni contenido,
ni hostias. Lo que te salga, bueno será...
Y eso es justo lo que acabo de hacer hoy, en carne
viva.
Me alegro de volver por aquí. Gracias a tod@s los que me habéis echado de menos. No sabéis cuánto me han alegrado cada uno de vuestros mensajes. Ahí va un fuerte abrazo para tod@s los que me quieren. Al resto, que le den.
Mirad este trozo de peli de "Buscando a Eric". Tiene buenas perlas..
"A ver...dime cuál fue tu mejor momento"
"Debes confiar en tus compañeros. Siempre. Si no, estás perdido".
Volveré
Amanda Flores
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