domingo, 10 de marzo de 2019

LOS GUIONES QUE VIVIMOS





Creo que no tengo nada que decir. Mi mente, como un potro desbocado, galopa de un lado a otro buscando un motivo, el porqué de esta especie de estado catatónico durante el que no he podido articular palabra escrita. Me echo de menos. Tengo ganas de reír sin parar. Sin filtros. Desinhibida.Tengo ganas de pedir perdón a quien corresponda por aquello de que la experiencia es algo que te llega cuando ya no te hace falta. Y pido perdón. De corazón. Tengo ganas de sentarme en la orilla del río a esperar que las aguas se aquieten para poder beber de ellas. Entonces me doy cuenta de que sí tengo cosas que decir, que es justo ahora cuando tengo todo que decir, que se está produciendo la catarsis que me conduce a la vida que siempre he imaginado. Procuro no juzgar. Estoy en ello. No solo no necesito una espada para cortar flores, sino que ni siquiera quiero cortarlas; prefiero dejarlas crecer y disfrutar de su belleza mientras se expanden. Estoy atenta a las señales. Están por todas partes. La conversación que mantuve con alguien a quien aprecio mucho fue una señal que prendió la chispa .


Sentadas en mi salón frente a un par de copas de vino vamos pasando de un tema a otro. Esta vez charlamos sobre las adicciones.  Estamos de acuerdo en que casi todo el mundo tiene la suya: alcohol, tabaco, juego, Facebook, WhatsApp, Redes Sociales (anti sociales, diría yo), los selfies, las compras compulsivas, y cosas así. De repente  dice algo inesperado. Me quedo un poco desconcertada cuando me suelta que mi adicción es el pasado. Lo escucho con sorpresa, curiosidad y también con gratitud. Cambiando de tercio, en un momento dado, mi contertulia me pregunta que cuántas mudanzas he hecho en mi vida. Le digo que muchas. En los últimos nueve años han sido seis mudanzas. A veces con reformas integrales, todas en la misma ciudad y siempre sola en cuanto a logística u otra clase de apoyo se refiere el día que traslado mi vida entera de un sitio a otro. A veces duran catorce horas seguidas, sin contar con los días, semanas o meses previos en los que me doy la paliza padre. La burocracia también existe.  Ninguna de las veces que cambio de hogar es por gusto, más bien empujada por circunstancias personales o económicas. Al final de todos los cambios de domicilio he sacado un aprendizaje de vida. He disfrutado muchísimo de todos los lugares humildes y no tanto en los que he vivido. Como la última: ha sido la peor y al mismo tiempo la mejor; cada día agradezco lo que me ha traído al lugar desde donde escribo estas líneas.
No. Mi adicción no es el pasado. El pasado ha sido un presente continuo hasta aterrizar en el lugar donde estoy empezando a vivir la vida que siempre he imaginado, el mismo en el que por fin digo hasta nunca al papel que me fue asignado desde el día en que nací.

 Según  Claude M Stainer, uno de los padres del Análisis Transaccional, todos, siendo o no conscientes de ello, representamos un papel, vivimos con un guión que nos viene asignado de fábrica. La mayoría de las veces este guión nos es impuesto y arranca de decisiones tomadas en la infancia: es un guión que nació condicionado por la presión de los padres y otros adultos. No hace falta ser Unamuno para advertir que este, nuestro guión vital,  puede conducirnos a la depresión, la infelicidad, el suicidio, la enfermedad  o, simplemente, a sentir una insatisfacción permanente.
 Los guiones que vivimos  es un libro traducido a infinidad de idiomas que explica cómo los "guiones" son patrones de actuación que nos impiden vivir una existencia libre y propia. Su mensaje central es de la máxima importancia: no es demasiado tarde para salir de nuestra propia trampa y recomenzar una existencia de auténtica libertad y plenitud. “LOS GUIONES BANALES DE LA MUJER: LA MADRE HUBBARD (O LA MUJER DETRÁS DE LA FAMILIA” es un extracto del esclarecedor libro de Claude Stainer que puede arrojar un rayo de luz y, por qué no, de esperanza a tantas mujeres que no han sido ni son adictas a su pasado: más bien han estado atrapadas en él hasta que han logrado liberarse.


LOS GUIONES BANALES DE LA MUJER: LA MADRE HUBBARD (O LA MUJER DETRÁS DE LA FAMILIA)

 El transcurso de la vida: Pasa su vida nutriendo y cuidando a todos, menos a sí misma. Siempre da mucho más de lo que recibe y acepta esta desigualdad porque cree que ella es el miembro menos importante de la familia y que su valía se mide en términos de cuánto da a los otros. La difusión (publicidad, medios comunicación…) que se hacen de estos roles de ama de casa y madre, legitiman constantemente esta desigualdad. Las caricias y su significado en la vida no son para ella ni por sus desvelos, sino para su familia, su marido y sus hijos. Este guión le proporciona la seguridad necesaria y le evita los riesgos inherentes a enfrentarse con el miedo a ser independiente y una persona completa. Acepta este guión porque tan pronto se rebela y hace lo que quiere hacer, su marido y sus hijos se enojan con ella. Aunque juega todos los roles del Triángulo de Salvación, el de Salvador es el más familiar. Cuando desea tener algo en compensación de su familia, a menudo habla demasiado (para llamar la atención) y, si le parece que su marido y sus hijos no la quieren bastante, o no le dan lo que ella quiere, pese a que nunca pide nada, trata de que se sientan culpables. Además rehúsa hacer el amor con su marido, alegando que está demasiado cansada, o tiene dolor de cabeza, con la esperanza de que su marido le dé algunas caricias nutrientes.
  Cuando lee revistas femeninas tiene envidia de las modelos delgadas que lucen vestidos de fantasía y, al compararse, con ellas, cree que no está O.K. Está atrapada en el círculo vicioso de cocinar platos exquisitos y seguir un régimen adelgazante. Cuanto más mal se siente, más quiere rebelarse, cocinar platos deliciosos y atiborrarse de comida.
  Con el paso del tiempo, se vuelve depresiva y termina sola, sin nadie que la quiera. Sus hijos le tienen antipatía y al marido ya no le interesa. Ellos la han usado. Cuando ya ha dejado de ser útil para los demás, lo cual frecuentemente coincide con la menopausia, le sobreviene la muerte psíquica.
El contraguión: Cuando consigue un trabajo parece que tenga más independencia y la posibilidad de escapar del programa, pero esta situación no dura mucho, porque trabajar fuera de casa y hacer todos los trabajos domésticos es demasiado para ella.
Mandatos y atribuciones: Sé una buena madre. Sé cariñosa. Sacrifícate por los demás.
La decisión: De joven, la madre Hubbard decide que prefiere ser una buena madre y esposa, en lugar de seguir una carrera o enfrentarse al reto inherente a la independencia.
El componente somático: Tiene tendencia a engordar y no hace el ejercicio suficiente que su cuerpo necesita. Se vuelve blanda, regordeta y comodona.
La antítesis: Comienza a escuchar y a respetar sus propios deseos; comienza a obtener caricias por lo que es y no por lo que da. Decide firmemente dejar de Salvar, comienza a pedir a la gente que le solicite lo que quiera de ella y no da más de lo que recibe. Es esencial que anteponga sus necesidades a las necesidades de los demás. Cuida su cuerpo porque se quiere a sí misma y quiere sentirse bien; hace ejercicio con regularidad. Emprende estudios sobre la mujer y se estudia a sí misma, aprende la mecánica del coche y el aikido. Su salud, tanto física
como psíquica tiene prioridad.
  Las mujeres que quieren cambiar de verdad tienen la posibilidad de coger las riendas de sus vidas. Tienen la posibilidad para llevar la vida que quieren, así como cooperar con otras mujeres y obtener su apoyo para lograrlo. Pueden llevar a cabo una tarea cohesionada y solidaria para educar a los hijos y cuidarlos. Finalmente también pueden luchar formando grupos activos para mejorar la asistencia social durante el día y para hacer que prevalezcan los derechos del bienestar social.



Claude M. Steiner
“ Los guiones que vivimos “



 Nunca es tarde para una segunda, tercera, cuarta, infinitas oportunidades. Puede que a alguien le sirva de algo leer esto. A mí me ha ayudado a tomar consciencia de que los guiones que vivimos no solo pueden ser cambiados, sino que llegar a este punto se convierte en el inicio de una aventura maravillosa en la que todo es posible. Una aventura que comienza diciendo: A partir de hoy mi guión lo escribo yo. ¿Te atreves a escribir el tuyo?...

Feliz guión.


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