(Fotografía de Fernando Oliva)
A veces, el mayor acto de amor es dejar ir a una persona. La sinceridad está sobrevalorada y un "esto no me gusta de ti" puede servir depende de según, cómo y con quién.
Porque sé distinguir el error del desprecio me cuido muy mucho de mis compañías. No es que convierta en apestados a quienes me fallaron en determinados momentos de mi vida; les quiero, pero lejos de mí.
Después de graduarme con Matrícula de Honor como Superviviente me tengo prohibido malgastar mis energías en batallas innecesarias contra aspirantes a comandante condecorados en ignorancia.
Se llama amor propio. Me costó aprenderlo. Solo hace falta quererse, tener una morada, un nido, un cobijo que sea tu templo y el de tu libertad, esa que muchos confunden con la soledad o con estar solo. No se trata de renunciar a nada ni a nadie, se trata de elegir, que es muy diferente. De retirarse de quienes te amargan la vida o no te tratan como mereces.
De Alejandro Jodorowsky he aprendido que la persona debe ser lo que es y no lo que otros quieren que sea, y que para ello se requiere un cambio profundo de los mitos de la fundación de nuestra sociedad para elevar la conciencia del mundo.
Del desarrollador de la psicomagia también he aprendido que el miembro de la familia que decida sanar será visto como el enemigo, por quebrantar el patrón de comportamiento familiar. Lo más difícil de aprender que me ha enseñado, es que el árbol genealógico también se poda.
El pasaje que sigue a continuación no es mío. Creo que pertenece a un libro o entrevista de Jodorowsky. No recuerdo exactamente dónde lo leí, pero recuerdo con claridad que fue muy inspirador. Nunca olvidaré la luz que arrojó a la oscuridad en la que me encontraba por estar lidiando en esos momentos, no solo con la muerte, sino con estereotipos de todo tipo que no se ajustaban a la realidad que me acontecía.
QUÉ PASA AL SENTIR QUE NO PERTENECES A TU CLAN FAMILIAR
Hay un libro titulado "El clan del oso cavernario" que cuenta la historia de una niña cuidada por una tribu neardhental en la época prehistórica, una niña rubia de ojos azules perteneciente a una tribu de cromagnones. Vive con ellos sufriendo y superando situaciones de conflicto y rechazo hasta hacerse mayor y es en ese momento cuando entiende que debe emprender su camino y buscar su lugar en el mundo. Es una película muy inspiradora y reconfortante, que os recomiendo.
El clan familiar podemos compararlo, como ocurre en la película, con una cueva calentita y segura, donde compartimos experiencias con miembros de la familia con los que nos hemos criado y a los que suponemos iguales a nosotros.
Abandonar esa cueva, que percibimos ligeramente al principio como un lugar con el nos identificamos completamente, supone correr el riesgo de pasar frío o que nos pueda suceder algún peligro.
Nuestro cerebro más primitivo nos dicta la orden de obedecer cuando la amenaza de ser expulsado del clan familiar, y en definitiva, poder morir, como sucedería seguramente a nuestros antepasados prehistóricos, por ello en muchas ocasiones retrasamos salir dándonos mil excusas y argumentos para no tener que enfrentarnos con el miedo y la soledad, sin la protección de nuestro clan y sus directrices, normas, lemas, tan diferentes a nosotros. No digo ni mejores ni perores, digo diferentes.
Nos atrevemos a salir pero llamamos una y otra vez para que el clan nos abra y poder volver a sentir ese calor que, aunque no nos reconforta, realmente en nuestro interior sí que nos es conocido, y en un primer momento eso es suficiente. Pero pronto vuelve a aparecer la contradicción entre no sentirnos miembros del clan y salir a buscar nuestro lugar fuera, pero volvemos otra vez a excusarnos y volvemos a llamar para que nos abran.
Intuimos que salir del territorio del clan familiar es una deslealtad imperdonable y tenemos un miedo ancestral a no ser admitidos en el clan. Pero cada vez crece más el sentimiento de que no cuadramos, que somos unos extraños y que funcionamos diferente a los patrones que nuestra familia espera de nosotros.
El impulso es tan fuerte que cada vez nos vamos atreviendo a salir más, a distanciarnos más de lo conocido y de lo que suponemos seguro, y a descubrir, aunque no lo reconozcamos en un principio conscientemente, que estamos fuera del clan y nuestro camino pasa por salir de la cueva definitivamente y buscar nuestro lugar en el mundo.
¿Qué nos impide abandonar al clan familiar?
Muchas de las creencias que tenemos son ideas y/o contratos que se nos han transmitido desde nuestros antepasados y que intuimos que no podemos cuestionar. Estos contratos emocionales que no están escritos, que son implícitos y sutiles nos atan con fuerza al pasado y fomentan las relaciones basadas en la dependencia emocional.
Los contratos se cumplen por lealtad, pero también por temor a las consecuencias.
Atreverse a disolver esos contratos es enfrentarse a bloqueos sexuales, a sentimientos de culpa y/o sentir ser merecedores de castigos por "salirnos del tiesto" pero sobre todo es abrir al fin la puerta a la libertad de amar y ser como queremos, abrir la puerta a la transformación, que también asusta.
No quiero decir con estas reflexiones, que salir suponga obligatoriamente romper con la familia o dejarnos de hablar, aunque en ocasiones sí sea necesaria una distancia geográfica y/o emocional para poder poner en orden lo que sentimos y así poder acercarnos a nuestra familia sin obligaciones, ni vergüenzas, ni enfados sino con una libertad meditada y amorosa.
Es un camino en muchas ocasiones complicado y doloroso, pero el impulso de buscar y sentirnos plenos y realizados es tan fuerte que la vida, nuestra fuerza interior, no sé cómo llamarlo, nos empuja y lleva a la búsqueda.
Pasa el tiempo y cada vez se tiene más claro que no sentirse miembro del clan familiar en el que se ha nacido no es ser mala persona. Dejas de sentirte tan culpable y necesitado de reconocimiento, sentimientos muy fuertes a principio. Simplemente entiendes que debes salir.
Comparto estas reflexiones, porque muchas veces saber que lo que uno siente lo sienten otras personas crea una sensación de tranquilidad y de que no estás solo, que tu búsqueda tiene sentido y te da fuerzas para seguir.
Desde la infancia nos imponen destinos ajenos. Es conveniente recordar que no estamos en el mundo para realizar los sueños de nuestros padres, sino los propios.
"No hay alivio más grande que comenzar a ser lo que en realidad somos" - Alejandro Jodorowsky