domingo, 18 de noviembre de 2018

PERMÍTETE



Hoy es domingo. El fin de semana ha sido muy productivo. La Abundancia, el amor y el desamor han  estado muy presentes.

De un tiempo a esta parte me gusta cerrar el año con la Abundancia. Me recuerdo que lo que cierra la puerta a la Abundancia es, entre otras cosas, la RESISTENCIA AL CAMBIO; si ponemos resistencia al cambio no aprovechamos las oportunidades que se nos presentan. Simple.
 Otro estorbo para atraer la Abundancia es NO ACEPTAR LO QUE ES.  Atraemos lo que vibramos y vibrar la no aceptación conduce a un callejón sin salida.

 También el NO PERDÓN frena la Abundancia: no perdonar nos hace sentir engañosamente fuertes. El enfado tapa el dolor porque el enfado es más confortable que el dolor. El NO perdón acarrea estar siempre alerta, a la defensiva, a actuar desde el miedo. Es absurdo no perdonar; no porque el otro se lo merezca, sino porque yo merezco la paz que me da ese perdón y porque esa paz me permitirá, no estar alerta, sino atenta. Y es la atención lo me da poder para establecer límites.

EL APEGO es otra traba para atraer la Abundancia: nos lleva a vibrar en la escasez. LA NARRATIVA es fundamental para atraer lo bueno; se trata de no expresar lo que no queremos, sino lo que queremos. Por último, ser desagradecido es un freno importante para avanzar: lo que nos conecta con la Abundancia es el AGRADECIMIENTO.

En resumen: como pienso, siento. Como siento, vibro, y como vibro, atraigo. Así de simple.

Esta reflexión es la que me hubiera gustado transmitir al amigo que me preguntó ayer si yo creía en el amor para  siempre. La pregunta en sí no habría tenido mayor transcendencia si no fuera porque de un tiempo a esta parte  percibo a mi amigo bloqueado, y también, porque la formuló delante de su pareja, que no decía nada y lo decía todo. Puede que mi axioma sobre la Abundancia le hubiera ayudado a desbloquearse. También puede que no esté bloqueado y solo sean figuraciones mías. En todos los casos, eludí, discretamente, entrar en un debate sobre algo tan profundo y al mismo tiempo tan sencillo de responder. Me hubiera gustado decirle que, según vengo observando últimamente, la convivencia mata el amor. Y también le hubiera dicho que en los tiempos que corren parece más coherente creer en el desamor que en el amor. Le habría dicho que para mí el amor ni es para siempre ni es para nunca, que no le pongo adverbios de tiempo. Que para mí el amor de alguien se mide por la libertad y el respeto que muestra hacia lo que soy. Que el amor nace de la admiración que se siente hacia una persona, y que si esa persona no me deja ser libre y trata de manipularme para conseguir sus fines en la pugna por el poder que se establece entre los seres humanos, sean o no pareja, la admiración acaba desapareciendo, y se lleva con ella el amor. Me habría gustado decirle, en definitiva, que desde hace algún tiempo me doy permiso para muchas cosas y que eso me hace sentir realmente bien.  ¡Permítete!, me dieron ganas de chillar... Y recordé el texto del libro de Joaquín Argente “Me doy permiso para”, que retrata tan bien mi sentir.


ME DOY PERMISO PARA

Me doy permiso para separarme de personas que me traten con brusquedad, presiones o violencia. No acepto ni la brusquedad ni mucho menos la violencia aunque vengan de mis padres o de mi marido, o mujer. Ni de mis hijos, ni de mi jefe, ni de nadie. Las personas bruscas o violentas quedan ya, desde este mismo momento fuera de mi vida. Soy un ser humano que trata con consideración y respeto a los demás. Merezco también consideración y respeto.

Me doy permiso para no obligarme a ser “el alma de la fiesta”, el que pone el entusiasmo en las situaciones, ni ser la persona que pone el calor humano en el hogar, la que está dispuesta al diálogo para resolver conflictos cuando los demás ni siquiera lo intentan. No he nacido para entretener y dar energía a los demás a costa de agotarme yo: no he nacido para estimularles con tal de que continúen a mi lado. Mi propia existencia, mi ser, ya es valioso. Si quieren continuar a mi lado deben aprender a valorarme. Mi presencia ya es suficiente: no he de agotarme haciendo más.

Me doy permiso para no tolerar exigencias desproporcionadas en el trabajo. No voy a cargar con responsabilidades que corresponden a otros y que tienen tendencia a desentenderse. Si las exigencias de mis superiores son desproporcionadas hablaré con ellos clara y serenamente.

Me doy permiso para no hundirme las espaldas con cargas ajenas. Me doy permiso para dejar que se desvanezcan los miedos que me infundieron mis padres y las personas que me educaron. El mundo no es solo hostilidad, engaño o agresión: hay también mucha belleza y alegría inexplorada. Decido abandonar los miedos conocidos y me arriesgo a explorar las aventuras por conocer. Más vale lo buena que ya he ido conociendo y lo mejor que aún está por conocer. Voy a explorar sin angustia.

Me doy permiso para no agotarme intentando ser una persona excelente. No soy perfecto, nadie es perfecto y la perfección es oprimente.

Me permito rechazar las ideas que me inculcaron en la infancia intentando que me amoldara a los esquemas ajenos, intentando obligarme a ser perfecto: un hombre sin fisuras, rígidamente irreprochable. Es decir: inhumano.
Asumo plenamente mi derecho a defenderme, a rechazar la hostilidad ajena, a no ser tan correcto como quieren; y asumo mi derecho a ponerles límites y barreras a algunas personas sin sentirme culpable. No he nacido para ser la víctima de nadie.

Me doy permiso para no estar esperando alabanzas, manifestaciones de ternura o la valoración de los otros.
Me permito no sufrir angustia esperando una llamada de teléfono, una palabra amable o un esto de consideración. Me afirmo como una persona no adicta a la angustia. Soy yo quien me valoro, me acepto, me aprecio. No espero a que vengan esas consideraciones desde el exterior. Y no espero encerrado o recluido ni en casa, ni en un pequeño círculo de personas de las que depender. Al contrario de lo que me enseñaron en la infancia, la vida es una experiencia de abundancia. Empiezo por reconocer mis valores, y el resto vendrá solo. No espero de fuera.

Me doy permiso para no estar al día en muchas cuestiones de la vida: no necesito tanta información, tanto programa de ordenador, tanta película de cine, tanto periódico, tanto libro, tantas músicas. Decido no intentar absorber el exceso de información. Me permito no querer saberlo todo. Me permito no aparentar que estoy al día en todo o en casi todo.Y me doy permiso para saborear las cosas de la vida que mi cuerpo y mi mente pueden asimilar con un ritmo tranquilo. Decido profundizar en todo cuanto ya tengo y soy. Con lo que soy es más que suficiente. Y aún sobra.

Me doy permiso para ser inmune a los elogios o alabanzas desmesurados: las personas que se exceden en consideración resultan abrumadoras. Y dan tanto porque quieren recibir mucho más a cambio. Prefiero las relaciones menos densas. Me permito vivir con levedad, sin cargas ni demandas excesivas. No entro en su juego.
Si intentan presionarme para lo que haga lo que mi cuerpo y mi mente no quieren hacer, me afirmo tranquila y firmemente diciendo que no. Es sencillo y liberador acostumbrarse a decir “no”.

Me doy el permiso más importante de todos: el de ser auténtico. No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan, que me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer.
Elijo lo que me da salud y vitalidad. Me hago más fuerte y más sereno cuando mis decisiones las expreso como forma de decir lo que yo quiero o no quiero, y no como forma de despreciar las elecciones de otros. No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos alegre, lo estoy; si un día señalado en el calendario es obligatorio sentirse feliz, yo estaré como estaré. Me permito estar tal como me sienta bien conmigo mismo y no como me ordenen las costumbres y los que me rodean: lo normal y lo anormal en mis estados emocionales lo establezco yo.

Joaquín Argente

(Joaquín Argente es diafreoterapeuta y su trabajo consiste en ayudar a las personas a recuperar la elasticidad del diafragma, el gran músculo de la respiración y la circulación energética que actúa también como puente entre el consciente y el subconsciente).

No te pidas permiso. Permítete.

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