domingo, 27 de enero de 2019

NO ES GUAPEZA TODO LO QUE RELUCE



A veces no todo es lo que parece. A veces,  cuando llegamos al lugar con el que hemos soñado tantísimo visitar nos sentimos engañados por lo que encontramos.  A veces, un palacio es una cárcel y un apartamento de cincuenta metros es una ventana al cielo. A veces,  lo que parece un amigo oculta un interés. A veces, lo que aparenta ser una persona sana es un ser profundamente enfermo y, por lo contrario, alguien cuyo historial médico da miedo, goza de una salud envidiable. A veces, detrás de una persona aparentemente sola se encuentra un alma que se ha encontrado a sí misma y, en cambio, detrás de alguien que exhibe tener una estupenda salud familiar y social, incluso con cientos de seguidores en Redes Sociales, se oculta una persona tremendamente sola. A veces, detrás de una persona rica hay alguien tan pobre que solo tiene dinero y detrás de alguien que apenas sobrevive con sus ingresos se averigua a un millonario. A veces, detrás de alguien que aparenta ser como una fortaleza inexpugnable se encuentra una persona sencilla y agradecida. Por todo y con todos. A veces, el interior de muchos triunfadores alberga seres ingratos con quienes le ayudaron de una u otra forma a alcanzar el éxito. A veces, muchas veces, nada es lo que parece.
El "Descubrimiento semanal" del Spotify se ha llenado de corazones y de canciones románticas. Se acerca el día de San Valentín. Un año más en mi agenda no hay nada especial ese día en cuanto a enamoramiento se refiere. Aun así hago cosas que se presuponen para parejas, como por ejemplo, visitar  Venecia. La inexperiencia me llevó a ir a pasar un día de noviembre a un lugar en el que en invierno anochece a las cuatro de la tarde. Más que una excursión, corrí una maratón detrás de una por entonces amiga que me llevó con la lengua fuera y que me colapsó de puro agotamiento, amén de tirar por tierra la estereotipada imagen y la fantasía que albergaba mi imaginación de tan exquisita ciudad. La vorágine de personas que impedían ver tanta belleza, la desgana de los que trabajan por y para el turismo consumidos por el hartazgo de ver a miles de personas todos los días, las tiendas de chinos por todas partes y la masificación en estado puro no tenía nada que ver con la idea que yo guardaba en mi retina romántica.




Cuando vi en los medios de comunicación las imágenes de la boda de cuento de George Clooney con Amal Alamuddin en Venecia me soñé allí navegando en una de las lanchas que acarreaban a los invitados por los canales, ataviados con vestidos largos, tacones y pajaritas, a cada uno de los eventos que tuvieron lugar en los cuatro días que duraron las celebraciones del enlace.
A mí George Clooney nunca me gustó. No me van los guaperas y este parecía un calavera a todo tren. Por este prejuicio no  me seducían sus películas. Pero con “Los hombres que miraban fijamente a las cabras” se me encendió la bombilla. Su papel parecía hecho a medida, no solo por su interpretación, sino porque al igual que el libro de Jon Ronson en el cual se inspira, la película de Grant Heslov además de estar basada en hechos reales es inteligente, divertida y con buen trasfondo.
El 7 de junio de 2018, George Clooney recibió  el American Film Institute (AFI) Life Achievement Award.  Desde 1973 es considerado como uno de los premios más importantes de la industria del cine.  Clooney fue seleccionado para recibirlo por su versatilidad y su liderazgo en la industria del cine, donde es la única personalidad del mundo que ha conseguido ser nominado en seis categorías distintas de los premios Oscar de la Academia (Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor Secundario, Mejor Guión Original y Mejor Guión Adaptado). En 2005 ganó su primer Oscar como Mejor Actor de Reparto por Syriana, y en 2012 se llevó una segunda estatuilla como productor de Argo. También ha sido nominado en la categoría de Mejor Actor, Mejor Guión Adaptado y en las categorías de Mejor Director y Mejor Guión original. Uno de los momentos más celebrados de la ceremonia fue cuando su esposa, Amal Clooney habló de la admiración que siente por su esposo. “A pesar de que la modestia de George le atribuye a la suerte mucho del éxito que celebramos esta noche, creo que su increíble talento y carácter lo trajeron hasta acá. Estos atributos lo hacen un esposo y padre maravilloso”, dijo. También recordó a modo de anécdota cómo se inició su romance y que después de cinco años casados el amor que se profesan es el mismo que el del primer día. Al escuchar su discurso, el actor soltó algunas lágrimas.

Ni que decir tiene que me hice fan del “Don Juan”. Y no solo por la cantidad de triunfos que ha cosechado durante su carrera profesional y por su solidaridad, politizada por algunos, sino porque es un Ser Agradecido. Me conquistó definitivamente tras “el detalle” que tuvo en 2013 con sus amigos. Un año muy especial para mí en el que los amigos, fundamentalmente, fueron también la diana de mi gratitud. Sí, las apariencias engañan, no todo es lo que parece. ¿Por qué no? A lo mejor detrás de la belleza de fábrica y la fama que adquiere una persona durante su vida todavía es posible descubrir compromiso y generosidad. La idea de que en esta vida vale la pena tener buenos amigos y  de que todo el vínculo impalpable que desarrollo con los míos no es fruto de suplir cualquier carencia afectiva que menoscabe mi existencia, se materializó tras leer el artículo que explicaba la última ocurrencia del fascinante George Clooney.
“Oye, resérvate el 27 de septiembre de 2013 – comunicó el actor a cada uno de los 14 amigos íntimos  que junto con él formaban su grupo de amigos, Los chicos – vendréis todos a cenar a mi casa”. Cuando los amigos llegaron a la cena, sobre las sillas de cada comensal había una bolsa de deportes negra. “Escuchad – soltó el anfitrión -, quiero que sepáis cuánto significáis para mí. Cuando llegué a Los Ángeles dormí en vuestros sofás. Soy muy afortunado en mi vida de teneros a todos y no podría estar donde estoy hoy sin todos vosotros. Por tanto, ha sido realmente importante para mí que, mientras sigamos juntos, os devuelva el favor. Así que quiero que abráis vuestras maletas”. Las abrieron y encontraron muchos billetes de 20 dólares que sumaban un millón. Cada uno de Los chicos recibió un millón de dólares. Todos quedaron en shock. ¿Cómo? ¿Qué es esto?, se preguntaban.
“Sé que todos hemos pasado por momentos difíciles, algunos aún estáis pasando por ello (algunos de sus amigos tenían trabajos temporales o más austeros con los que mantener a su familia. Uno estaba trabajando en un bar del aeropuerto de Texas, otro iba a trabajar todos los días con frío o lluvia, y todos se habían ocupado o le habían ayudado).     No tenéis que preocuparos por vuestros hijos, por pagar la escuela ni la hipoteca – continuó - . He pagado los impuestos de todos, así que este millón de dólares es íntegramente para vosotros”. Rande, uno de Los chicos se negó a aceptar el regalo de su amigo, ya que él tenía una más que buena situación económica. “Si Rande no se lleva su millón de dólares, nadie lo hará”, concluyó el obsequioso celebrante. Así que Rande no tuvo más opción que aceptar. La fecha elegida para celebrar este acto no fue casual, ya que un año después, el 27 de septiembre de 2014, se casaba con Amal.
No sé si volveré a Venecia, aunque, por qué negarlo, me gustaría hacerlo de la mano de mi particular George Clooney y celebrar allí el día de San Valentín, aunque no sea catorce de febrero. El verdadero triunfo no se cuenta por los premios que tengas en tus estanterías o paredes, sino por la forma que tienes de compartirlo, celebrarlo y, sobre todo, de agradecerlo.  Celebrar la vida, la persona que tienes al lado, los amigos. Agradecer todos los días. Y sobre todo, tener la osadía y la inteligencia suficientes como para no dejarnos arrastrar por las falsas apariencias. No sabemos lo que nos perdemos.
(George Clooney es conocido por ser uno de los artistas más comprometidos con las causas solidarias y sociales. Junto a su esposa Amal, creó en 2016 la Fundación Clooney para la Justicia, una organización para avanzar en la justicia en los tribunales, aulas y comunidades de todo el mundo. También ha realizado donaciones para combatir el racismo en Estados Unidos, o a UNICEF para lograr la escolarización en Líbano de los menores sirios).


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domingo, 6 de enero de 2019

QUIERO SER COMO PAULO COELHO





El Derecho consuetudinario, también llamado usos y costumbres, es una fuente del derecho. Son normas jurídicas que no están escritas pero se cumplen porque en el tiempo se ha hecho costumbre cumplirlas. Esto quiere decir que se ha hecho uso de esa costumbre procedente de hechos que se han producido reiteradamente en el tiempo en un territorio concreto.

Últimamente, por falta de tiempo, cansancio, o tedio, no estoy muy al tanto de lo que se cuece en la sociedad. Ni siquiera en lo que al parte meteorológico se refiere. Aun así, y por aquello de que estamos bombardeados de “información” por todas partes, no he podido evitar observar una tendencia que se está convirtiendo en costumbre y que a este paso acabará convirtiéndose en parte de los usos y costumbres (de Derecho consuetudinario, mismamente), para una población completamente aborregada que se niega a despertar.
El caso es que parece que está de última colocar en la diana de la sátira, detracción y  reproche a un escritor que hace unos meses concedió una entrevista a una publicación más interesada, en mi humilde opinión, en ponerlo en la picota, que en hablar de “Hippie”, la última obra del autor septuagenario.

 De Paulo Coelho leí en su día El alquimista. También, Verónika decide morir y El demonio y la señorita Prim. Mi disco duro es bastante selectivo, hecho por el que me considero muy afortunada, dado el grado de estupidez con el que servidora se encuentra diariamente nada más abrir los ojitos con las claritas del día. El caso es que, debido a mi memoria de pez y a que tengo mejores cosas que hacer, no me voy a dedicar a hacer comentarios de texto sobre los libros que he leído o ha publicado el brasileño afincado en Suiza. Solo puedo decir que cuando leí algo de su obra, me sirvió. “Solo” eso.

 Me he tomado la molestia de indagar un poco sobre la trayectoria de este, según algunos: “Soberano gilipollas”, “Escritor favorito de las señoras”, “El 90% por ciento de las frases no son suyas, “Es un filósofo de pacotilla que escribe libros de autoayuda novelados para vender más; este tipo está muy lejos de acercarse a la Literatura”, del que muchos hablan con absoluta impunidad desde el desconocimiento. Una ignorancia  cimentada en  frases sacadas de contexto o en entrevistas que responden a determinadas tendencias políticas más que espirituales. Que lo espiritual, según parece, es cosa de cuatro colgados que se dedican a hacer coaching, Mind fullness, o yoga aeróbico, es un suponer. Yo conozco a mucho coaching de salón, de esos de haz lo que yo diga y no lo que yo haga, que solo buscan hacer caja.  También conozco a personas de muchos gremios que son unos embaucadores, farsantes y timadores. A saber: constructores, médicos, abogados, camareros y, por qué no, algunos de los que crees que son amigos, a quienes se les podrían atribuir los delitos que se le achacan al escritor. Pero es mucho mejor seguir al rebaño,  continuar con la mecha de la chispa prendida por cuatro gatos a los que ya les gustaría disfrutar de  la vida de la que goza el autor contra el que está de moda arremeter y que incluso tiene una página en una red social, llamada “Odio a Paulo Coelho”. De verdad que hay que estar majara. Pero es lo que conlleva ser libre para escribir lo que te dé la gana. Ser libre no es para cualquiera. Hay que ser valiente para quedar mal con mucha gente, despedirse de mucha gente y estar listo para ser odiado por mucha gente. Muchos de ellos licenciados en ignorancia, estigmatizados con la premisa de que para ser alguien hay que acumular conocimientos literarios, geográficos, paleontológicos, o conseguir un Nobel; gente que, simplemente, vive atormentada por la prosperidad ajena, eso que en el lenguaje del pueblo viene a  llamarse envidia. Envidia de alguien que tiene un currículum que ya quisiera para sí más de uno de los que le critican, insultan, y tratan a toda costa de denostarle.



Paulho Coelho nació el 24 de agosto de 1947 en Río de Janeiro. Cursó estudios en un colegio jesuita y desde muy joven manifestó su pasión por la literatura. Hasta 3 veces fue ingresado con 17 años para recibir terapias de electroshock en un centro psiquiátrico. A pesar de ello, siguió interesado no solo en la literatura sino en el teatro y la música. En los años 60 inició estudios de Derecho que nunca terminó; inmerso en el movimiento hippie a finales de los 60, sus inicios en el mundo de la cultura fueron en el teatro como autor y director. También compuso más de un centenar de canciones para ídolos de la música brasileña como Elis Regina y Raúl Seixas. Además trabajó como periodista y autor de obras para televisión. En 1970 realiza un viaje por México, Perú, Bolivia y Chile así como por Europa y el norte de África. En 1974 estuvo detenido en un centro militar de torturas por su simpatía con el movimiento de izquierda anticapitalista. Tras ser excarcelado se aparta del activismo político y se instala en Londres donde trabaja para discográficas como Polygram o CBS y también trata de dedicarse, sin demasiado éxito, a la literatura.
En 1988 descorcha su segundo libro” El Alquimista”. Y todo cambia. Fue primer best seller en una treintena de países. Vendió más de 10 millones de copias. “El demonio y la señorita Prym”, “Verónika decide morir”, “Once minutos”, son algunas de las obras que le siguen. Se calcula que ha vendido más de 140 millones de libros en más de 150 países y que ha sido traducido a 73 idiomas. A lo largo de su carrera ha recibido numerosos premios y galardones, como la Orden Francesa de las Artes y las Letras, la Legión de Honor, el Premio Flaiano, el Budapest o el Fregene. Desde 2002 es miembro 21  de la Academia Brasileña de las Letras. Es mensajero de la paz de la ONU. Durante los últimos años ha promovido el acceso libre a gran parte de su obra permitiendo la descarga gratuita de algunos de sus libros a través de su web. Coelho también fue nombrado Consejero Especial del programa de la Unesco “Convergencias espirituales y diálogos interculturales”. Miembro del Consejo del Centro “Simón Peres” para la Paz. También es miembro de la Fundación Lord Menuhin. En 2014 creó una fundación Paulo Coelho virtual pareja a la fundación física con sede en Ginebra. En lo personal, lleva 40 años junto a la misma mujer. Para no aburrir al personal voy a dejarlo ahí, aunque hay mucho más.

A pesar de todo su historial, el titular que aparece en la última entrevista que concedió a un conocido periódico, es: “Borra todo, no quiero hacer esta entrevista”. La susodicha, comienza así:

 “Hippie” es la vigésima novela de Paulo Coelho, publicada en España de la mano de la editorial Planeta. Para hablar de su último libro, el autor nos recibió al atardecer en su magnífica casa suiza, en la que ha fijado su residencia hace ocho años, al pie del lago Lehman, con espléndidas vistas a Los Alpes, en pleno corazón de Ginebra. Acompañados de su mujer, la artista plástica Christina Oiticica, y asistidos por un atento mayordomo, impecablemente trajeado, comenzamos nuestra conversación, agasajados por infinidad de variados y delicados dulces”.

En la entrevista también se le recuerda lo rico que es, su experiencia con las drogas y el lugar tan fantástico en donde vive. Con respecto a su currículum, debajo de una foto suya se puede leer: Paulo Coelho en su casa de Ginebra. Nacido en Río de Janeiro, antes vivió en Londres, donde comenzó a escribir en 1977.  Y fin de la biografía.
Que cada uno saque sus propias conclusiones. La persona que escribe no solo mecanografía un pensamiento: tiene el poder de hacer despertar a otras personas, y también tiene la influencia de confundirlas. Está bien escribir sobre lo que se conoce, eso que se viene a llamar la realidad de uno mismo. Es preocupante escribir sobre lo que no se ha experimentado, vivido y, sobre todo, criticar aquello que no se ha sentido. En estos tiempos donde la escritura emana, en muchos casos, de descarados copia y pega,  en estos tiempos donde todo es mentira, se me antoja una osadía criticar por criticar. El ataque de quienes lo están sojuzgando resulta bastante cantoso. Si no fuera porque estoy trabajándome el  no juzgar,  yo diría que se percibe cierto tufillo  de envidia por parte de quienes lo vienen vapuleando desde hace rato.

Como decía al principio, de un tiempo a esta parte, a pesar de estar un poco desconectada del  “mundo real”, me llama la atención la tendencia de tirar piedras, dardos y todo lo que se tercie contra el autor. Uno de los pecados que se le atribuyen es el de escribir libros de auto ayuda. Parece que los términos autoestima, autoayuda, o amor propio, están muy denostados últimamente. Por lo visto, la vida nos la tienen que solucionar los políticos,  nuestros padres, nuestros hijos, o el adiestrador de aves que nos traumatizó la niñez al confesarnos que los niños no vienen de París envueltos en un pañuelo atado en el pico de una cigüeña.  Ayudarse uno mismo (autoayuda), con amor propio (autoestima), no es cosa de débiles, sectarios, o modernillos de tres al cuarto, sino más bien de personas con un alto nivel de inteligencia emocional, que no tiene nada que ver con  exhibir al mundo lo listo que es uno por acumular conocimientos de otras personas, países, o planetas, por decir algo. Es preocupante; no veo arreglarse las vidas de los que critican a quienes gobiernan, y en cambio, sí que veo evolucionar a los que trabajaban por arreglarse, trabajarse o viajar hacia el interior de sí mismos.
Todo escritor es un invento de sí mismo, utilizando, muchas veces, las vivencias que ha experimentado en un momento dado o a lo largo de su vida. Cuando publique mi libro, me haga súper millonaria y disponga de mi dinero para hacer y hacerme bien, estaré encantada de estar en el centro de la diana de aquellos que no van a disfrutar de las bondades de tener una buena vida. Mi buena vida. Y no solo por el dinero, sino por el bienestar que proporciona saber que algo de lo que has escrito ha valido  para aportar sabiduría y servir de impulso para aquellos que están buscando el camino al despertar, y no para aburrir con aportaciones culturetas que se pueden encontrar en los libros o en la red.
Hay un pensamiento atribuido a Jackson Brown que dice:

“La envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento”. 

Sí, definitivamente, quiero ser como Paulo Coelho. Que ser rico no solo es una cuestión de dinero, que hay mucha pobreza mental y de espíritu en este mundo. Y para terminar, cómo no, una frase del protagonista de mi artículo. Quien, por cierto, si un día me lee y tiene a bien invitarme a su casa de Suiza frente al lago Lehman, estaré encantada de pasarme por allí y que su mayordomo, impecablemente trajeado, me agasaje con infinidad de variados y delicados dulces.
 Ahí va la frase:

 La violencia de la flecha dignifica el blanco. Muchas veces, en momentos en que me sentía juzgado con excesiva severidad por la crítica, me acordaba de esta frase.
-        Paulo Coelho

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martes, 1 de enero de 2019

ALGUNOS MATRIMONIOS ACABAN BIEN; OTROS DURAN TODA LA VIDA




Anoche acabó un año que para mí  pasará a los anales de la historia. Un año para olvidar los malos ratos vividos, y a la vez, para recordar los logros. Un año en el que ha pasado de todo. Pero de todo. La tesitura de quedarme sin un techo bajo el que vivir ha sido uno de los de todo a los que me refiero. He vivido situaciones surrealistas. De maldad, de mentira, y también de magia. Como practico fervientemente el aforismo de que “Todo sucede por algo” no me queda otra que pensar que todas estas situaciones y personas han ocurrido o venido para enseñarme algo.

Anoche, en menos de dos horas, el Universo dispuso para mí, como si de la película ¡Qué bello es vivir! se tratara, que presenciara como espectadora  dos escenarios diferentes con un mismo fondo. Antes de acudir a cenar al sitio donde estaba invitada me presenté sin avisar en casa de una amiga. Sabía que se encontraba baja de ánimo y quise regalarle un poco de alegría. Eran las nueve de la noche y su casa estaba en perfecto estado de revista para celebrar la última cena que pasarán como una familia “estructurada”. Ella y su marido se han divorciado. En breve uno de los dos dejará el hogar familiar y el divorcio será una hecho. Aún así, la tristeza soterrada que desprendían los ojos de la ya ex pareja, el cariño, la concordia y, sobre todo, el respeto entre ambos, hicieron que la media hora de mi visita, y la copa de cava de degusté en la cocina de las confidencias me supieran a un poquito de  gloria.

Cuando llegué al otro escenario, donde cenaría y recibiría el nuevo año, me encontré con viandas exquisitamente dispuestas sobre una mesa para cuatro comensales: un niño-hombre estrenando mayoría de edad, sus padres, y yo. La singularidad es que sus padres llevan divorciados quince años. Por motivos de trabajo él vive en otro país y no se quería perder el cumpleaños de su hijo en estas fechas, así que su ex mujer y madre de la criatura invitó a compartir la mesa de Navidad y  fin de año a su no marido y  padre de su hijo. La imagen que tengo grabada del tiempo que duró la cena hasta que me marché, es la del abrazo que se dieron padre e hijo para felicitarse el año nuevo. Y también la discreta cara de satisfacción de mi amiga por propiciar el momento.

Me marché poco antes de la una de la madrugada. Solo tenía ganas de llegar a casa. Me sentía un poco trastornada. Como si hubiera visto dos películas simultáneamente desde la fila veinte sin tener siquiera a mano una botella de agua para remojar mi garganta de los dos cartuchos de palomitas, uno por película, que me había zampado a palo seco.

 Sí, en este año que ya se fue me ha pasado de todo. De tanto. Tantísimo. De toda esa vorágine, hay un momento que se ha quedado clavado en mi retina, en mi corazón, en mi cerebro. Algo tan duro que trato de sanar para que no perturbe lo que me queda por vivir, que intuyo y auguro que va a ser mucho y bueno. Se trata del día que acudí a un juicio en calidad de demandada.  La persona con la que conviví durante más de tres lustros, a la que conocí sin oficio ni beneficio, con la que pasé toda clase de penurias, a la conllevé para que consiguiera y posteriormente ascendiera  en su trabajo, y a la que dejé con una casa puesta con mi trabajo y dinero; la misma persona que percibe un sueldo que sobrepasa los 60.000 euros anuales, me interpuso una demanda para retirarme la pensión compensatoria que de mutuo acuerdo estipulamos  cuando nos divorciamos hace casi diez años,  exclusivamente, por la imposibilidad de acceder al mercado laboral que conllevaba mi estado de salud.  Nada más. Una demanda llena de descalificaciones, insultos y falsedades tan malintencionadas como innecesarias.

El momento tiene lugar el día del juicio. La hija que tenemos en común el demandante y yo está esperando en la puerta de la sala en la que se va a celebrar la vista. Es la primera vez que la veo en tres años. Está allí de pie, como un ariete dispuesto a arremeter contra mí. El juez ni siquiera le permite la entrada en sala. Pienso en los hijos que se venden al mejor postor, a lo perdidos que flotan  en una ingravidez emocional durante años hasta que se encuentran, si es que llegan a encontrarse, inoculados por el odio e incentivados por la billetera de uno de sus progenitores. Me produce compasión verla ahí. El resto del cuadro es dantesco. Su padre va acompañado junto a la que exhibe como su pareja. Ambos se presentan con el estilismo propio de una gala de entrega de premios de Mujeres Y Hombres Y Viceversa. El dinero compra muchas cosas, entre las que no se encuentran la integridad, el buen gusto o la decencia. Es una situación bochornosa. Bochornoso es el único calificativo que se me ocurre. Y no por las indumentarias y la cara de dientes dientes que gasta la aspirante a dueña de la casa, sino porque debería de estar prohibido que un progenitor acuda con su hija como testigo principal contra su madre en un juicio por dinero. El que ambos ex cónyuges acordaron en un momento dado. Sí, debería estar prohibido y constituir delito que un progenitor utilice a su prole para arremeter contra el otro progenitor en ese tipo de asuntos, para que no se dieran situaciones absolutamente contra natura, aberrantes y denigrantes (todavía más) para el que las lleva a cabo. Menudo modelo y ejemplo le está dejando como legado a su descendencia.

Como he escrito casi al principio de este improvisado ejercicio de auto sanación con la escritura como terapia, cuando llegué a casa , estrenando año, me metí en la cama muy trastocada por las dos situaciones que me había puesto el Universo en menos de dos horas. Supongo que con mi sanación vendrá la de aquello que quiero tanto, así que trato de interpretar las señales y, aun esgrimiendo mantras como,  Todo pasa por algo, Las cosas pasan porque todo lleva una lección que debemos aprender, y cosas así, no puedo dejar de confesar que, a veces, una está un poquito hasta el mimísimo coño de que el Universo le ponga situaciones tan contra natura como surrealistas - ya sea en la fila veinte o en el escenario - para aprender la lección. Qué bello pero qué duro es vivir a veces...

La lectura que doy a lo de ayer después de presenciar en vivo y en directo , antes de despedir el año, es que la vida me estaba espejeando lo que es o debería ser lo normal, y no la barbaridad que he vivido durante tantos años. La vida me estaba mostrando lo que SÍ debe ocurrir entre personas civilizadas, con educación y, sobre todo, entre buenas personas, aunque hayan puesto fin a su matrimonio.

Algunos matrimonios acaban bien; otros duran toda la vida”, es una frase que se atribuye a Woody Allen  y , en mi opnión, encierra mucho más que una simple ironía...
Y dicho esto, paso página y cambio de libro. Me esperan 365 días llenos de aventuras. La primera, hoy, comenzando el año con lo que más me gusta hacer, que no es otra cosa que escribir.
Feliz Año Nuevo. Os deseo Felicidad.





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